Fuga de cerebros a Alemania

EMIGRACION DE UNA BIÓLOGA Y UN INGENIERO A ALEMANIA

El otoño

El otoño, según la Real Academia Española, es la época templada del año, que en el hemisferio boreal corresponde a los meses de septiembre, octubre y noviembre. En Málaga, el otoño se define como las dos semanas en que cambias las mangas cortas por una chaquetilla fina antes de coger el abrigo. Es esa época en la que aprovechas para ponerte la ropa de entretiempo que cada año vuelves a guardar casi nueva en el armario porque solo te la has puesto dos días. En Dornbirn, el otoño encaja más dentro de esa definición de la RAE. Comenzó a finales de agosto y apenas a durado hasta noviembre. Hoy, que comienza la segunda semana de noviembre, ya creo que podemos dar por concluido el otoño aquí. Las previsiones para esta semana son de -5ºC a +7ºC. Pero no me puedo quejar. Hemos tenido un mes de octubre buenísimo, con días cálidos en los que podías salir a la calle con un jersey fino y dar paseos en la bici sin necesidad de llevar bufanda. Incluso he podido tomar el sol en bañador en mi terraza, resguardada del viento. Hoy desde la misma terraza solo puedo verme rodeada de montañas nevadas que me avisan de lo que está por llegar.

La verdad es que tengo un poco de miedo. Sé que el invierno pasado esto fue un infierno de nieve hasta bien entrada la primavera, y que la gente del lugar dice que este año se prevé un invierno mucho más suave; sin embargo, no puedo evitar esa sensación de vértigo frente a lo desconocido. Hemos estado más al norte de Europa en los meses de noviembre y diciembre pero nunca hemos llegado más allá. En Navidades hemos volado a Málaga como las golondrinas, huyendo del frío. Así que este año va a ser el primer invierno que pasemos fuera de nuestro microclima andaluz.

Para ir cogiendo reservas calóricas, nuestros padres se han encargado ya de abastecernos bien en los mejores manjares españoles: mantecados, chocolate para hacer chocolate a la taza, aceite de oliva virgen extra, pan de higos, tortas algarrobeñas, quesos varios, jamón ibérico, cañas de lomo, turrones… Entre lo que nos envían a nosotros y lo que les envían los padres de María y Gerardo, creo que no vamos a caber en el avión en Navidad. ¡Ya solo quedan cinco semanas!

El sábado, en uno de esos paseos de cháchara con Paco, nos dimos cuenta de que nunca vamos a llegar a decorar de Navidad nuestra casa aquí porque estaremos en Málaga en esas fechas. Por un lado es una sensación de pena de perdernos las navidades austriacas, que tengo curiosidad de ver cómo la viven los austriacos. Pero es solo eso, curiosidad. Es bonito saber que tenemos en Málaga dos hogares que nos esperan como agua de mayo, como al turrón que vuelve a casa por Navidad, que nos esperan y que los esperamos nosotros porque llevamos semanas contando los días que faltan para coger el avión.

Mientras tanto por aquí las cosas se empiezan a ir aclarando. Ya hemos entrado en la rutina que tanto necesitábamos. Vamos al curso de alemán dos días en semana, por las mañanas quedo con una amiga para estudiar alemán, los jueves quedamos con la casera para practicar la conversación y los fines de semana aprovechamos los ratos en que no llueve para salir a pasear por el margen del río. En esta época el campo está precioso, con árboles de hojas amarillas, rojas, marrones y verdes, algunas aún en las ramas y otras formando una alfombra en el camino. Es un paseo bonito y relajante. Aquí no podemos hacer las mismas cosas que hacíamos en Málaga, así que tenemos que adaptarnos y hacer lo que hacen los locales, senderismo y paseos, a pie o en bici. Hace cosa de un mes que me arreglaron ya la bici y desde entonces no me separo de ella. Es mi medio de transporte, llego rápido a los sitios y hace que me sienta activa (esto parece un anuncio de yogures). Sobre todo ha sido agradable tenerla estas últimas semanas en las que hacía sol y viento fresco, paseando entre las calles llenas de hojas amarillas y disfrutando de la belleza de los Ginko biloba en otoño, pirámides de oro con ramas.

ginkgo

Paco se cachondea de mí 😀 yo me quedo mirando los árboles y él se queda mirando los cochazos que pasan. Desde luego que, llegando el invierno, se echa en falta un coche. Aquí es un gasto de dinero añadido porque en octubre tienes que llevarlo al taller para que le pongan las ruedas de invierno (obligatorias a partir del 1 de noviembre) y a que lo pongan a punto para la época fría. Además, creo que nosotros necesitaríamos un curso de conducción sobre hielo y nieve. Pero supongo que todo se aprende con la práctica.

Siento no poder poneros hoy fotos de comida pero es que estoy algo baga últimamente. Más bien es que no paro. Me he puesto a tope con el alemán, para ver si consigo llegar a un nivel competente de aquí al año que viene. Así que las tareas de la casa las hago en los ratos muertos y no me entretengo mucho en cocinar, algo rápido y marchando que es gerundio. Según Erika, la casera, he mejorado muchísimo desde que hablé con ella por primera vez por teléfono. Eso fue allá por el mes de julio, días después de llegar a Austria. Estos meses me he estado repasando los apuntes de los cursos del año pasado en Berlín e intento ponerlo en práctica siempre que puedo. En nuestros ratos de ocio vemos series y películas en inglés, para no perder la práctica y para no relajar mucho la mente con el español.

En este último año hemos visto: 3 temporadas de Juego de Tronos, 5 de Breaking Bad, 8 de Dexter, 3 de Homeland, 5 de Modern Family y todas las de El Mentalista. Hace un mes empezamos a ver un clásico de todos los tiempos, Friends, pero esta vez en inglés. No tiene nada que ver la serie doblada con la versión original, mil veces mejor con las voces originales, sobre todo porque la traducción de los chistes no suele ser buena.

Acaba de salir el sol. Voy a ver si estudio un poco de alemán sentada al solecito delante de la ventana. ¡Hasta pronto!

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Esta entrada fue publicada en 11 de noviembre de 2013 por en En Austria y etiquetada con .

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